Agradezcámosle a Dios por el don de la contrición
El Reino de Dios es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es el mismo en cielos y tierra.
Gracias démosle a Dios por habernos otorgado la contrición, porque por medio suyo todos nos salvamos, sin excepción. Solamente no se salvan los que no quieren arrepentirse, y en esto conocen su desesperanza y lloran amargamente, cosa que me provoca mucha compasión. Ellos no conocen, por el Espíritu Santo, cuán grande es la misericordia de Dios. Pero, si cada alma conociera al Señor y supiera cuánto nos ama Él, nadie caería en desesperanza y nadie volvería a murmurar. Toda alma que ha perdido la paz debe arrepentirse y el Señor le perdonará sus pecados. Entonces vendrán la alegría y la paz al alma, y no se necesitarán más testimonios, porque el mismo Señor da testimonio de que los pecados han sido perdonados.
He aquí una señal del perdón de los pecados: si odias el pecado, es que el Señor te ha perdonado los tuyos. ¿Qué más esperamos? ¿Escuchar un cántico proveniente de los cielos? Pero en el cielo todo vive por medio del Espíritu Santo, y en la tierra el Señor nos otorgó ese mismo Espíritu. En las iglesias, todos los oficios litúrgicos son realizados por medio del Espíritu Santo; en el desierto, en las montañas y en las cuevas, todos los ascetas de Cristo viven por medio del Espíritu Santo. Luego, si lo conservamos, seremos libres de toda oscuridad y la vida eterna vendrá a nuestras almas.
Si todos los hombres se arrepintieran y guardaran los mandamientos de Dios, sería el paraíso en la tierra, porque “el Reino de Dios está en nuestro interior” (Lucas 17, 21). El Reino de Dios es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es el mismo en cielos y tierra.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, p. 129)