La indecisión al actuar evidencia nuestra falsedad. Haces bien pidiéndole a Dios que te guíe y te enseñe cómo proceder; haz lo que te dicte tu conciencia. Si las cosas no salen como deberían, repréndete solamente a ti mismo, humilla tu mente, y no sufrirás ningún perjuicio. La opinión de aquel “hombre piadoso”, que dice que no es bueno acostumbrarte a confesar todo lo que oprime tu corazón, porque debes conseguir que este “disuelva” por sí mismo las tribulaciones, no concuerda con las directrices de los Santos Padres, quienes aconsejan no confiar en nuestro propio juicio, sino en el de los más experimentados.

Esta forma de vida es imprescindible para aquellos que son activos en la fe: luego de avanzar siguiendo las guías de los expertos, podrán “disolver” solos las cargas de su corazón, especialmente cuando no tengan a quién revelárselas. Con todo, siempre pueden recurrir a las enseñanzas de los Padres, en los aspectos en los que tengan alguna duda. Pero, intentar “disolver” por ti mismo las cargas de tu corazón, en tanto no te hayas acostumbrado al trabajo espiritual, puede llevarte a confiar solamente en ti mismo y a llenarte de soberbia. Puede que haya algunos ascetas capaces de hacer esto, sin comprometer su humildad, pero son los menos, y lo que es raro no puede ser el camino a seguir por todos.

(Traducido de: Sfântul Macarie de la Optina, Sfaturi pentru mireni, Editura Sophia, București, 2011, p. 28)