Palabras de espiritualidad

Alégrate, porque el Hijo de Dios y Salvador tuyo te llama hermano Suyo

    • Foto: Valentina Birgaoanu

      Foto: Valentina Birgaoanu

  

Alégrate, porque, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, Dios te ha incluido entre Sus hijos, y diariamente vuelves a Él, diciéndole. “Padre nuestro”.

Sí, hermano, tenemos muchos enemigos en el camino. Hay un enemigo al interior del corazón de cada uno de nosotros: los apetitos pecaminosos, la desesperanza, el temor, la desidia y la pereza. Nuestro enemigo exterior es el demonio, quien nos ataca desde todas partes y nunca nos deja en paz; por eso, debemos oponernos a él sin descanso. Otro enemigo, siempre persiguiéndonos y alcanzándonos, son las preocupaciones, las angustias, las tristezas, las aflicciones, los ámbitos perniciosos y las personas maliciosas que nos rodean.

También tenemos un enemigo en el mismo tiempo, que nos come la vida y nos lleva a la vejez y sus debilidades; así, es realmente corto el tiempo que tenemos para obrar la salvación de nuestras almas inmortales. Por eso, hermano, analízate, pregúntate constantemente: “¿Alma mía, en qué estado te encuentras en el trabajo de tu salvación?” y pídele a la Madre del Señor que te proteja con su mediación. Pídeles a los santos de Dios y a tu ángel custodio que oren a Dios por ti.

Ahora, amado, a pesar de todo lo adverso y todos los peligros a los que se ve expuesta nuestra vida espiritual, te saludo y te digo: “¡Alégrate!”.

Alégrate, porque eres cristiano y portas el nombre de Cristo.

Alégrate, porque, por el amor de nuestro Señor Jesucristo, Dios te ha incluido entre Sus hijos, y diariamente vuelves a Él, diciéndole. “Padre nuestro”.

Alégrate, porque el Hijo de Dios y Salvador tuyo te llama hermano Suyo (Juan 20, 17; Hebreos 2, 11-12).

Alégrate, porque te has salvado (Gálatas 3, 13; I Timoteo 2, 6).

Alégrate, porque el Reino te fue preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25, 34), sólo si en esta vida de esfuerzas en heredarlo en la eternidad.

Alégrate, porque ya puedes contarte entre los salvos (Efesios 2, 5), y tu nombre aparece en el Libro de la Vida (Apocalipsis 3, 5), y a ti se te pide solamente que lo reconozcas y que lo sepas honrar.

(Traducido de: Cugetările unei inimi smeriteun document din secolul al XV-lea despre viața duhovnicească, Editura Egumenița, p. 21-22)