¡Alentemos a nuestros hijos a la oración personal!
La forma esencial de enseñar a rezar es llenando la casa del bebé con oraciones. Entonces, la oración empezará a hacerse algo tan natural como respirar. Dios y los santos son, así, invitados a quedarse con esa familia.
La oración es el acto más creador del hombre. Por medio de ella, entablamos un contacto directo con nuestro Creador y nos abrimos libremente a Él para ser re-creados, para hacernos, como decía el Santo Apóstol Pablo, criaturas nuevas (Gálatas 6, 15), una masa leudándose para el resto de la creación. Devenimos en “personas” verdaderas, entonces cuando repetimos el “Padre Nuestro”, porque con esta oración reconocemos nuestra humanidad, bajo nuestro Padre Celestial. La oración cristiana no es un “ejercicio espiritual”, sino que siempre debe ser hipostática, un encuentro entre personas, entre la Persona Divina y la persona humana.
La oración implica nuestro entero ser; sea sin necesidad de palabras, sea antes de hacerse accesible a los niños, cada uno puede encontrarse con el Altísimo. La oración sana también el subconsciente. La forma esencial de enseñar a rezar es llenando la casa del bebé con oraciones. Entonces, la oración empezará a hacerse algo tan natural como respirar. Dios y los santos son, así, invitados a quedarse con esa familia.
(Traducido de: Maica Magdalena – Cum să comunicăm copiilor credinţa ortodoxă, Editura Deisis, Sibiu, 2008, pp. 37-38)