Algunas consideraciones sobre el amor, el perdón y nuestra relación con los demás
El perdón que damos a los demás condiciona el perdón que Dios nos da a nosotros.
¿Cómo tendríamos que considerar el perdón, el amor, la añoranza y la sinceridad entre dos jóvenes?
—Voy a explicar cada uno de esos aspectos por separado. En lo que respecta al perdón, el problema es que no se trata de algo que concierna solamente a la juventud: es algo que hay que nos atañe a todos en general. El perdón es un deber. El perdón que damos a los demás condiciona el perdón que Dios nos da a nosotros. Todo se complica cuando nos cuesta perdonar o cuando no perdonamos en absoluto. ¿Qué decir del amor? El amor, una de las virtudes más importantes, no puede ser impuesto. Cada persona tiene una cercanía, una vibración común con alguien más, y así es como sabe orientarse. No hay un “método” para amar a alguien. El amor verdadero empieza en la pureza. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de amar, misma que es afectada por determinados estados espirituales y ciertas desvíos del camino del bien. Es necesario liquidar toda maldad, para que pueda triunfar el bien. En lo que respecta a la añoranza, podría decir que no es algo que pueda controlarse, porque aparece por sí mismo. Si quieres a alguien, y esa persona se va o está lejos de ti, sientes que la extrañas, que la añoras. Pero, cuando vuelves a encontrarte con ella, te alegras, porque anhelabas su compañía. La sinceridad, por otra parte, es un aspecto que está relacionado, en general, con la salvación, con una vida en virtud, y solamente en la medida de nuestra sinceridad podemos esperar alcanzar una vida superior.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Învierea lui Hristos, înnoirea vieții noastre, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 46-47)