Algunos consejos para quienes han elegido el camino del monasterio
“Cuando nos hallemos en una encrucijada, no nos apresuremos; mejor detengámonos, meditemos, oremos y pidamos el auxilio de Dios, de la Madre de Dios, de nuestro ángel guardián y de los santos, y acudamos al consejo de nuestro confesor”.
El padre Jacinto (Unciuleac) insistía mucho en la confesión de los pensamientos, sabiendo la importancia que esto tiene para la vida monacal. “Si no confiesas tus pensamientos”, decía el padre, “se quedarán en su lugar y empezarán a socavar los cimientos de tu casa espiritual”.
Además, remarcaba la necesidad de ser sinceros ante el padre espiritual: “Confiésale todo, cuéntale todo, no le ocultes nada”. También hacía énfasis en la fidelidad al monasterio: “Debes amar el lugar al que fuiste llamado”. Decía que el monasterio es como una esposa que elegiste y que debes amar, sabiéndola tu compañera, tu familia. Mucho más que eso, debes amar el pasado, el presente y el futuro de dicho monasterio, amar a los padres que vivieron en él, mencionándolos en tus oraiones y sintiendo ese espíritu de comunión con ellos. Desde luego, debes amar también a los demás monjes que se esfuerzan contigo.
El padre Jacinto no soportaba la animadversión. Y si había algo que le interesaba, es que no hubiera divisiones entre los monjes o entre los sacerdotes. Para esto, utilizaba cualquier medio para rehacer la paz y el equilibrio en la comunidad. Después, le pedía al novicio, además de la entera sinceridad ante su padre espiritual, que olvidara el pasado y viviera el presente pensando en el futuro, en el encuentro con Cristo.
Solía repetir: “Cuando nos hallemos en una encrucijada, no nos apresuremos; mejor detengámonos, meditemos, oremos y pidamos el auxilio de Dios, de la Madre de Dios, de nuestro ángel guardián y de los santos, y acudamos al consejo de nuestro confesor”.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 737-738)