Para hacernos verdaderos creyentes
La fe es como la cultura: si te aferras a ella, la obtienes; si no te aferras a ella, pierdes hasta la poca que tienes.
En la Filocalia hay un texto de San Marcos el Asceta, que dice: “Aquel que acepta las palabras de la Palabra de Dios, está aceptando a Dios, la Palabra”. San Marcos el Asceta se basa, al afirmar lo anterior, en aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo a Sus discípulos: “El que os escucha a vosotros me escucha a Mí; y el que os rechaza a vosotros me rechaza a Mí"” (Lucas 10, 16). Luego, en el orden de ideas expuesto por San Marcos, si no aceptamos Su palabra, tampoco lo estamos haciendo con nuestro Señor Jesucristo. Quien no tenga a nuestro Señor Jesucristo como Maestro, tampoco lo tendrá como Salvador. “Quien os reciba a vosotros, Mis discípulos, me estará recibiendo a Mí”, porque vosotros me representáis a Mí. “Quien os rechace a vosotros, quienes me representáis a Mí, me está rechazando a Mí también y a Aquel que me ha enviado”. Lo mismo pasa con la palabra de Dios: quien acepte el Evangelio, que es la buena nueva, estará recibiendo también a nuestro Señor. La fe es como la cultura: si te aferras a ella, la obtienes; si no te aferras a ella, pierdes hasta la poca que tienes.
Usualmente, creemos que hay dos clases de personas: creyentes e incrédulos. El Santo Apóstol Pablo introduce una categoría adicional de personas: “los que son más malos que los incrédulos”. Entonces, tenemos a los fieles que cumplen con sus responsabilidades, a los incrédulos que se declaran incrédulos y viven como indrédulos, y a aquellos que no son creyentes y no forman parte de los creyentes, pero que se hacen llamar “creyentes”: estos, en palabras del Santo Apóstol Pablo, son aún más reprobables que los incrédulos.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 40-41)