Palabras de espiritualidad

Amar en vez de odiar

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Hay un enemigo, al que le gusta esconderse en un rincón del corazón, para apartar a Cristo de ese lugar. Y Cristo tampoco quiere estar al lado de ese enemigo. Porque no hay relación alguna entre el mal y el bien.

Hay un gran mandamiento que Cristo nos inculcó, insistiendo: “Amaos los unos a los otros”. Así, debemos saber cómo comportarnos, si tenemos ese sentimiento de amor hacia todos. En la práctica es difícil. No es posible amar a todos. Y esto es comprensible. ¡Pero, de ninguna manera odiemos a nadie! Si no odias a nadie, has salido del agua y te hallas en el primer peldaño. ¡Es decir que ya estás en lo seco! Y desde luego que esos peldaños suben hasta llegar al nivel del amor más alto. Eres libre y tienes la posibilidad de seguir subiendo, si no odias a nadie. Luego, se trata sólo del comienzo. ¿Cómo definir esa escalera? “Dos vigas largas y unos maderos pequeños clavados en ellas”. Es decir, si estás en el primer peldaño, ya te salvaste. Pero hay algo santo de nosotros: al crearnos para Sí mismo y al ordenarnos amarnos recíprocamente, Dios nos dio también la capacidad para hacerlo. Entonces, hay algo santo en nosotros que nos dice: “¿Por qué me detengo en este peldaño? ¡Seguiré subiendo!”. Y te llenas de un gozo que no conocías antes, pero que te sosiega y te empuja al siguiente peldaño. Y así, vas subiendo poco a poco, hasta llegar al amor, que es el vínculo de la perfección. El Señor no dijo que fueran treinta peldaños, como señala San Juan Climaco. Él simplemente dice: “Amaos”. Así, cuando, con todo y nuestros defectos, chocamos con la falta de educacíón de algún oponente, de dos males, debemos elegir el menor. “En vez de odiarle, mejor me asentaré en el primer peldaño... y no le odiaré. Y me aferraré con las manos al escalón superior”. Si extiendes tus manos y te aferras al siguiente peldaño, es que es posible alcanzarlo, porque ya lo tienes a la mano. Se trata de un mandamiento. No tenemos permitido comentar, más que, en cualquier caso, establecer relaciones de al menos un “Buenos días”, o no odiar nadie. En vano nos agitamos, en vano cumplimos con otros mandamientos cristianos, si no nos relacionamos con los demás. Sí, hermanos, nuestro corazón debe estar siempre libre para Cristo. Porque hay un enemigo, al que le gusta esconderse en un rincón del corazón, para apartar a Cristo de ese lugar. Y Cristo tampoco quiere estar al lado de ese enemigo. Porque no hay relación alguna entre el mal y el bien. El Señor dice: “¡Dame toda tu vida, todo tu ser!”. El demonio, por su parte, susurra: “¡Dame al menos un dedo!”. Porque así es como consigue llegar a controlarte por completo. Y, cuando lo tienes a tu lado, Cristo se va. Ciertamente, nuestro Señor se aparta, si tú le ofreces al maligno al menos la uña de tu dedo.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Taina Iubirii, Editura Mănăstirii Sihăstria)

 

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