Aprendamos a convertir nuestras penas en oración
¡Gocémonos con la Escritura! Recordemos aquellas bellas palabras: “Yo amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me encuentran” (Proverbios 8, 17).
También yo pienso en mis pecados. Sé que no actúo bien. Sin embargo, convierto en oración todo lo que me hace sufrir, no lo encierro en mi interior, sino que acudo a mi padre espiritual, me confieso… ¡y todo eso se va! No volvamos atrás para decir que no hemos hecho nada. Lo importante es lo que hacemos ahora, en este momento, y también a continuación. Como dice el Santo Apóstol Pablo: “…olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante” (Filipenses 3, 14).
El Apóstol Pablo fue puesto a prueba por el espíritu del temor para doblegar su fervor por Cristo, pero él se armó de valor y dijo: “No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20). Y también: “¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Dice la Escritura: Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día, somos como ovejas destinadas al matadero” (Romanos 8, 35-36). Y el rey y emperador David: “No, no moriré, seguiré viviendo para contar las obras del Señor” (Salmos 117, 17). ¡Gocémonos con la Escritura! Recordemos aquellas bellas palabras: “Yo amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me encuentran” (Proverbios 8, 17).
(Traducido de: Ne vorbește părintele Porfirie – Viața și cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumenița, 2003, pp. 293-294)