Aprender del dolor
El Señor nos envía la enfermedad, precisamente para que nos acordemos de la muerte y, con esto, prepararnos para la venida del momento postrero.
«B. está enferma… Que estos momentos de sufrimiento le ayuden a cultivar el redentor recuerdo de la muerte… El que está sano, difícilmente se acuerda de ella… El Señor nos envía la enfermedad, precisamente para que nos acordemos de la muerte y, con esto, prepararnos para la venida del momento postrero».
«Ahora que estás enfermo, ¿qué puedes hacer? Sé paciente y agradécele a Dios, repitiéndote en tu interior: “Esta enfermedad vino por causa de mis grandes y graves pecados. El Señor me ha privado de mis fuerzas para que aprenda a practicar la templanza. Él ya no sabe qué más hacer para enmendarme. Lo ha intentado con la misericordia y distintas tribulaciones, pero nada de eso ha servido. Veo que el momento de mi muerte se acerca y, cuando venga, ¿qué haré en mi miseria espiritual? ¡Señor y Dios mío! ¡Ten piedad de Tu débil criatura!”. Cuando el hombre se enferma, aunque se trate de un leve padecimiento, se acuerda de la muerte, para que su alma conozca en concreto cuán ciertas son aquellas palabras: “En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado” (Eclesiástico 7, 36)».
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Boala și moartea, traducere din lb. rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu, ed. a 2-a, Editura Sophia, București, 2007, pp. 10-11)