Asumir nuestra libertad: el ejemplo de la Santísima Virgen María
Ella no es un instrumento pasivo, sino una socia activa en la salvación. Su respuesta no es, en ningún caso, algo predeterminado: ella es libre de elegir, y de su respuesta depende la historia entera de la humanidad.
La vital importancia de la libertad nos es revelada, ante todo, en la persona de la Santisima Virgen María. Ella es, después de su Hijo Jesucristo, el modelo y el ícono de la verdadera humanidad. Con la Anunciación, el Arcángel Gabriel no sólo le da a conocer a la Virgen el plan de Dios, sino que también espera su respuesta libre y voluntaria: “He aquí la esclava del Señor. ¡Hágase en mí según Tu palabra!” (Lucas 1, 38). Aunque podría haberse opuesto. Dios es Quien toma la iniciativa, pero el consentimiento y la colaboración de la Santa Virgen son indispensables. Ella no es un instrumento pasivo, sino una socia activa en la salvación. Su respuesta no es, en ningún caso, algo predeterminado: ella es libre de elegir, y de su respuesta depende la historia entera de la humanidad.
En un mundo cada vez más deshumanizado —en apariencia—, bajo la autoridad del psiconálisis, las estadísticas y las máquinas, los cristianos deben reafirmar urgentemente el supremo valor de la libertad humana. En todo el universo no hay nada más importante que las opciones libres asumidas por personas dotadas con razón y conciencia.
Como seres humanos, aunque somos condicionados por el medio que nos rodea y las motivaciones inconscientes, nunca somos sus impotentes esclavos. Seguimos siendo libres. Dios creó a cada uno de nosotros, aquí, en la tierra, como un rey. Nos revistió del poder de dominar a todos los seres vivientes (Génesis 1, 28). No renunciemos a esa autordad real, sea por cobardía o por falta de imaginación.
(Traducido de. Episcopul Kallistos Ware, Împărăția lăuntrică, Editura Christiana, 1996, pp. 36-37)