¡Atención con lo que le prometemos al Señor!
Prometerle voluntariamente algo al Señor, en caso de una gran tribulación, o por el deseo de obtener algo que nos es de provecho —como vemos muchas veces en la Biblia—, creo que es un acto digno de elogio, cuando cumplimos con esa promesa.
Prometerle voluntariamente algo al Señor, en caso de una gran tribulación, o por el deseo de obtener algo que nos es de provecho —como vemos muchas veces en la Biblia—, creo que es un acto digno de elogio, cuando cumplimos con esa promesa. Si, por el contrario, no lo hacemos, el que prometió se vuelve culpable ante Dios. Las mismas Escrituras lo dicen: “Haced promesas al Señor, vuestro Dios, y cumplidlas; que los pueblos de alrededor traigan ofrendas al temible” (Salmos 75, 11).
(...) Agrega el profeta David: “Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén” (Salmos 115, 8-9). Y dice el sapientísimo Salomón: “Es mejor no hacer promesas, que hacerlas y después no cumplirlas” (Eclesiastés 5, 4).
(Traducido de: Sfântul Maxim Grecul, Viața și cuvinte de folos, Editura Bunavestire, Galați, 2002, p. 92)