¡Ayúdame, Señor, a perdonar a quienes me ofenden!
Debemos apartar todo deseo de venganza y perdonarnos recíprocamente nuestras faltas.
Es deber del cristiano olvidar sus disputas personales, porque, como decimos en el Padre nuestro: “Y perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”, Dios perdona nuestras faltas, solamente con la condición de que también nosotros perdonemos a los demás. “Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6, 14-15).
El Señor quiere prevenirnos, para que no nos dejemos llevar por el arranque de una enemistad personal, basada en motivos propios. Esto nos enseña a amarnos mutuamente, no sólo a nuestros amigos, sino también a nuestros enemigos. Así, debemos apartar todo deseo de venganza y perdonarnos recíprocamente nuestras faltas.
(Traducido de: Arhiepiscop Averchie Taușev, Nevoința pentru virtute. Asceza într-o societate modernă secularizată, traducere de Lucian Filip, Editura Doxologia, Iași, 2016, p. 135)