Breves instrucciones para aprender a orar
Los más devotos (de la oración) solían tener una regla de oraciones.
Sin embargo, no es necesario que el individuo repita muchas oraciones. Es mejor hacer unas cuantas oraciones, estando completamente concentrados, que repetir un cúmulo de ellas, pero con la mente dispersa. Ciertamente, es difícil conservar el mismo fervor cuando oramos en exceso. Lo que debemos hacer es intentar repetirlas con toda nuestra atención y con los sentimientos correspondientes. Para obtener mejores frutos, es bueno leer todas las oraciones por separado, cuando tengamos tiempo libre. ¡Concentrémonos en ellas... y empecemos a sentirlas!
La oración no consiste en ponerse a recitar plegarias, sino en asimilar el contenido de las oraciones y pronunciarlas cual si brotaran de nuestra mente y corazón.
Así, cuando oremos, procuremos que nuestros pensamientos no se nos escapen y que nuestros sentimientos no se llenen de frialdad e indiferencia. Al contrario, esforcémonos en mantener la atención y el calor en el corazón. Y, al terminar cada oración, hagamos cuantas postraciones podamos, elevando también nuestras súplicas por cada una de nuestras necesidades, o simplemente repitiendo alguna de las oraciones breves que conocemos. Sí, esto alargará un poco el tiempo que dedicamos a la oración, pero su fuerza se multiplicará. Además, sería bueno que aprendiéramos a orar con nuestras propias palabras, especialmente al terminar con nuestra regla de oraciones, pidiendo perdón por haber dejado que nuestros pensamientos divagaran y abandonándonos en las manos de Dios para todo el día.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Viața duhovnicească și cum o putem dobândi, Editura Bunavestire, 1998, p. 211)