Cada instante es una lección de vida
Cuando nacemos, quedamos inscritos en la gran escuela de la vida, en la cual aprenderemos, día y noche, hasta que nos llega el momento postrero.
Dios ordenó a todas Sus criaturas que aprendieran y despertaran el alma del hombre. Ni un solo instante —en el tiempo—, ni un solo paso —en el espacio—, tienen lugar sin dejarle una lección al hombre.
Incluso el sueño. ¿Por qué? Porque este da descanso solamente al cuerpo, en tanto que el alma vela y aprende. Muchas de las cosas de la vida, que durante el día no has podido descifrar o entender, de noche, con la ayuda del sueño, encuentran su solución.
Es como si todos asistiéramos a una gran escuela desde que nacemos, hasta el momento de nuestra muerte. Nadie puede librarse de la “escuela de la vida”. En este aspecto, cualquier aborigen de cualquier parte del mundo, con su forma de aprender y resolver las cosas, puede superar con facilidad al más respetado erudito.
Cuando nacemos, quedamos inscritos en la gran escuela de la vida, en la cual aprenderemos, día y noche, hasta que nos llega el momento postrero. Los conocimientos fundamentales se reciben aquí, despacio, de forma casi imperceptible, tal como aprendemos a hablar, o del mismo modo en que nuestro cuerpo se desarrolla, poco a poco y de una forma difícil de observar.
Cada hombre sabe bastantes cosas, pero ninguno sabe lo suficiente.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Învățături despre bine și rău, Editura Sophia, București, 2006, pp. 63-64)