Cada uno puede sembrar la semilla del bien en el alma de su hermano
Al amar a tu hermano no solo le haces el bien, sino que también lo ayudas a que sea más bueno, porque siembras la semilla de la virtud en su alma.
San Isaac el Sirio dijo: “Esfuérzate en salir al encuentro de tu hermano, demostrándole un amor que exceda sus merecimientos. Elógialo, incluso por aquello que no tiene... Haciendo esto, estarás sembrando la semilla de la virtud en su interior. De este modo, lo ayudarás a que también él se haga bueno, y, si tiene alguna debilidad, se afanará en vencerla, avergonzado por la honra que le ofreces”.
Al amar a tu hermano no solo le haces el bien, sino que también lo ayudas a que sea más bueno, porque siembras la semilla de la virtud en su alma. Pero hay algo aún más admirable en todo esto: ese cambio que, con mi amor, provoco en mi semejante, vuelve a mí y me transforma a mí también. Como dice San Juan el Sinaita, el rostro de aquel a quien amamos nos restaura de una forma visible, haciéndonos luminosos y felices, alejando toda tristeza. Entonces, ¿qué no hará el rostro de nuestro Señor, cuando viene de forma invisible al alma que se ha purificado?
(Traducido de: Ieromonahul Petroniu Tănase, Chemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, p. 83)