Cada vez que satisfacemos nuestros deseos nos queda, inevitablemente, una marca en el alma
No consideres algo insignificante satisfacer ese deseo que talvez te parezca ínfimo: cada vez que hacemos esto, nos queda, inevitablemente, una marca en el alma, a veces muy profunda, de forma que puede llegar a convertirse en un hábito pernicioso.
No consideres algo insignificante satisfacer ese deseo que talvez te parezca ínfimo: cada vez que hacemos esto, nos queda, inevitablemente, una marca en el alma, a veces muy profunda, de forma que puede llegar a convertirse en un hábito pernicioso. ¿Acaso el tahúr sabía, la primera vez que tocó un juego de cartas, que estas se convertirían en un vicio para él? ¿Acaso el borracho sabía, la primera vez que se sirvió un vaso de vino, que recién estaba comenzando a trabajar su suicidio? Porque ese infeliz hábito no es más que un suicidio, llevando a perder tanto el cuerpo como el alma.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, Traducere de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2000, p. 44)