¿Cómo agradecerle al Señor por todas Sus bondades?
Siendo honrados por Dios con toda clase de bondades, no nos damos cuenta de ello, asemejándonos a unos simples animales.
Nos mostramos descontentos ante nuestro Generoso Dios, cuando, aún estando sumergidos hasta el cuello en el agua de Su Gracia, sentimos que morimos de sed: nos llenamos de intranquilidad, empezamos a lamentarnos y perdemos la esperanza... Siendo honrados por Dios con toda clase de bondades, no nos damos cuenta de ello, asemejándonos a unos simples animales. ¿Y qué no nos ha dado Dios? ¿Y qué no quisiera darnos? Todos hemos venido a la vida por Su misericordia, todos hemos venido al mundo, concebidos por una pareja legítima de padres creyentes, estado que es mucho mejor que el de aquellos engendrados ilegítimamente —en otra fe, fanáticos, en herejía, en creencias paganas, etc.— y el de los que son frutos del concubinato. Después del nacimiento en la carne, hemos recibido también la eternidad desde el nacimiento espiritual, con el cual fuimos adoptados y unidos en un sólo espíritu con el Espíritu de Dios. Hallándonos en el reinado de esta vida, hemos sido dotados con todo lo necesario para el cuerpo y el alma. Para el cuerpo tenemos alimentos de toda clase, como los que son de origen animal —mamíferos, aves y peces—, y una gran diversidad de frutos, así como el agua para beber y el mismo fuego. El sol nos ilumina y nos calienta; las estrellas y la luna brillan en el firmamento. Tenemos con qué vestirnos y un techo bajo el cual descansar. Todo esto, y muchas cosas más, lo tenemos en abundancia.
(Traducido de: Sfântul Moise de la Optina, Filocalia de la Optina, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2009, p. 29)