Sobre el excelso llamado a hacerse novia de Cristo.

«Te envío mi saludo, S., por haber entrado a este rebaño nuestro, amado y elegido por Dios, en el orden de las novias de Cristo. Permanece atenta a ti misma, vive con dignidad este llamado, porque es uno muy alto. Dice el Apóstol: “Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido”. “y vuestra morada está en los Cielos”. ¿Pero cómo se obtiene esa morada celestial, es decir, el Reino de los Cielos? La Santa Escritura dice: “Es por medio de muchas aflicciones que lograremos entrar en el Reino de los Cielos”.

Por eso, si se multiplican tus penas, alégrate, porque es que estás en el camino correcto. Aquel que no huya de las aflicciones y las enfrente según sus posibilidades, ese alcanzará el Reino Eterno.

Al volver, tu madre vino al monasterio y se alegró mucho por ti, sabiendo que estás tranquila y contenta. Esfuérzate, según puedas, en mantener la paz de tu alma, porque se dice sobre el hombre de Dios: “Su sitio es uno de paz”. Esto significa que el Mismo Dios vive en aquella persona que tiene el corazón reconciliado. En general, considérate peor que los demás y no busques ni el amor ni la honra de quienes te rodean, sino que ofréceselos tú a todos, y así alcanzarás la paz.

¡Pero, si empiezas a buscar que los demás te aprecien, para que conozcan tus méritos y virtudes, entonces perderás toda tu paz espiritual!».

(Traducido de: Patericul de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 291-292)