¿Cómo ayudar a tu hijo a que reconozca sus errores?
No le digas: “¡Eres un avaro!” o “¡Qué malo eres!”, sino “Te has comportado egoístamente!” o “¡Has actuado mal, golpeando a tu hermano pequeño!”. Es decir, debemos saber diferenciar entre personas y actos, especialmente cuando se trata de niños.
¿Cómo ayudar al niño a que reconozca sus propios pecados y, al mismo tiempo, evitar juzgarlo severamente con nuestras palabras?
No debemos utilizar palabras que podrían parecer ofensivas. De hecho, tal forma de lenguaje no debe existir en nuestra cotidianeidad, sobre todo cuando nos dirigimos a nuestros hijos.
Lo más importante es no identificar al niño con la falta cometida. Esta es una norma general que nos fue dada por el mismo Señor en una de Sus principales mandamientos: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 39). El amor por nosotros mismos consiste en entender —de cierta manera y siendo conscientes de nuestras faltas — que no somos reducibles a nuestros pecados, como personas. Porque, de cualquier manera, si llegamos a un estado de contrición, continuaremos amándonos, deseando salvarnos y pidiéndole perdón a Dios, y a la vez, anhelando obtener el perdón por parte de nuestro semejante.
De igual manera debe comportarse cada padre con su hijo. No le digas: “¡Eres un avaro!” o “¡Qué malo eres!”, sino “Te has comportado egoístamente!” o “¡Has actuado mal, golpeando a tu hermano pequeño!”. Es decir, debemos saber diferenciar entre personas y actos, especialmente cuando se trata de niños.
(Traducido de: Preot Maxim Kozlov, Familia - ultimul bastion: răspunsuri la întrebări ale tinerilor, traducere din limba rusă de Eugeniu Rogoti, Editura Sophia, București, 2009, pp. 239-240)