Los Santos Padres nos recomiendan, al confesarnos, no explicar detalladamente nuestros pecados carnales, para no ensuciar nuestros sentidos con tantos pormenores. Simplemente debemos enunciar el pecado cometido. Nuestros otros pecados, esos que despiertan la vergüenza del orgullo, sí que debemos explicarlos minuciosamente, culpándonos solamente a nosotros mismos. Cuando, después de la confesión, sientas la conciencia tranquila, debes saber que es por la misericordia de Dios, que ha reconocido tu contrición. Pero el maligno, que odia el bien, intentará perturbarte, sugiriéndote que olvidaste mencionar tal o cual pecado. Debes rechazar tales pensamientos, con la esperanza puesta en la misericordia de Dios. Al confesarte, habla con sinceridad y franqueza, evitando toda superficialidad, porque el pecado que no se confiesa queda sin ser perdonado.

(Traducido de: Starețul Macarie de la Optina, Editura Doxologia, Iași, 2012, p. 289)