Como cristianos, tenemos la felicidad de ser devotos de la Virgen María
“¡Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo!”. Así lo dijo el ángel y así lo proclamamos también nosotros. Por eso es que tenemos la felicidad de ser devotos de la Madre del Señor.
La Madre del Señor es la Santa de los Santos, la Santa más gloriosa que todos los santos. No hay ningún santo que alcance la medida de la Madre del Señor. Por eso es que la honramos como a la más excelsa de todos los santos, la más importante, porque ella es única en este mundo. Si ella fue prefigurada en el Sanctasanctórum, el lugar más importante del Templo de Jerusalén, al cual entraba una sola vez al año el jerarca, si ella representa al Santo de los Santos, es que ella misma es la Santa de los Santos.
Nuestra Iglesia nos la presenta como un santuario, un tabernáculo. “Como a un santuario vivo, como a un tabernáculo vivo de Dios, (a ella) no se acerque la mano de los incrédulos, y los labios de los creyentes, sin cesar proclamando el canto de los ángeles, con gozo repitan: ¡Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo!”. Así lo dijo el ángel y así lo proclamamos también nosotros. Por eso es que tenemos la felicidad de ser devotos de la Madre del Señor.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, p. 27)