Cómo demostramos que somos discípulos de Cristo
Aquellos que persisten en la soberbia y piensan que pueden tener a Dios sin esfuerzo, sin que la ceniza del amor se deposite sobre su corazón, quedan sepultados por la palabra que dice: “Y si tuviera tanta fe que pudiera mover montañas, pero no tengo amor, nada soy”.
Quienes buscan las cosas espirituales deben considerar indispensable cultivar el amor, ya que el Señor nos dio un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros”. Porque “en esto conocerán todos que sois Mis discípulos”. En cambio, aquellos que persisten en la soberbia y piensan que pueden tener a Dios sin esfuerzo, sin que la ceniza del amor se deposite sobre su corazón, quedan sepultados por la palabra que dice: “Y si tuviera tanta fe que pudiera mover montañas, pero no tengo amor, nada soy”.
Al escuchar esa palabra, “montañas”, pensemos en los demonios que se levantan contra nosotros con ferocidad, y también en aquellos que ceden fácilmente, a los cuales, quienes han recibido la Gracia para enfrentarlos con la fe, los apartan con facilidad del cuerpo y los arrojan al espíritu; y esto no por su propia fuerza, sino por la invocación del nombre del Salvador, realizando así verdaderos prodigios.
(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele Minunat, Cuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 61-62)