Palabras de espiritualidad

¿Cómo hacernos dignos de comulgar diariamente?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Aquel que se mantiene en oración, es capaz de ver su vida como una línea recta, tanto cuando duerme como cuando está despierto. Y si aparece una pequeña piedra en su camino, la aparta con un solo movimiento, con tal de continuar su andar.

Padre, ¿es necesario confesarse cada vez que queremos comulgar? ¿Con cuánta frecuencia hay que comulgar? ¿Fuera de los períodos importantes de ayuno, es necesario ayunar para poder comulgar?

—Si nuestro padre espiritual no pone ningún pero, no hay problema en confesarnos cada día, pero debemos saber cómo hacerlo. Aquel que se mantiene en oración, es capaz de ver su vida como una línea recta, tanto cuando duerme como cuando está despierto. Y si aparece una pequeña piedra en su camino, la aparta con un solo movimiento, con tal de continuar su andar. Quienes oran incesantemente lo hacen con un solo pensamiento, hablan con un solo pensamiento y se confiesan con un solo pensamiento. Así,, su confesión diaria les es de gran provecho. Un día, le dije al padre Sofronio: “¿Por qué no practicamos la confesión diaria?”. Y me respondió: “Nunca he tenido suficiente tiempo para esto. He estado tan ocupado en las cosas necesarias para la supervivencia del monasterio, que no he podido ofrecerles a quienes vienen la posibilidad de confesarse diariamente”. En el caso de las monjas y los monjes, si desean confesarse cada día, deben saber cómo hacerlo. Deben concentrarse en un solo pensamiento y confesar un solo pensamiento, en un minuto. Entonces la confesión diaria resulta de gran beneficio para el individuo, y posible, desde un punto de vista práctico, para el confesor. Fuera de las primeras dos o tres confesiones, cuando debemos ofrecer a las personas todo el tiempo que necesitan, si la confesión sigue pidiendo demasiado, se convierte, como se dice en francés, en un traitement psychique (un tratamento psicológico) y no en una confesión en Espíritu. Así pues, debemos ser concisos. El problema, por tanto, no es la frecuencia de nuestra confesión, porque esta debe adecuarse a las necesidades de cada quién.

La segunda parte de esta pregunta, grande y general, se refiere a si debemos comulgar con frecuencia o dejando pasar un poco de tiempo. Ni una ni otra forma de comulgar nos hará más agradables ante Dios. San Simeón el Nuevo Teólogo dice: “Si en nuestra contrición lloramos cada día ante Dios, entonces somos dignos de comulgar cada día. Pero, si no lloramos ante Dios cada día, aunque comulguemos solamente en la Pascua, lo haremos sin ser dignos de ello”. El criterio del santo es más alto que nuestra lógica humana. Desde luego, si hay alguien que viva de la forma sugerida por San Simeón, la comunión frecuente no hará sino agregar fuego al fuego de su contrición. Entonces, la comunón frecuente se convierte verdaderamente en la vida de la persona. Si recibimos el pan de vida que baja del Cielo (Juan 6, 33), con el corazón lleno de dolor y compunción, sentiremos un verdadero consuelo. Seremos como, dice el salmista, semejantes a aquellos que estaban todo el tiempo en el templo, en presencia de Dios, “ebrios” del consuelo divino. De una forma semejante, San Pablo nos dice que ni el celibato ni el matrimonio nos llevan ante Dios, sino el cumplimiento de los mandamientos (I Corintios 7, 19). Este principio se aplica en todo.

Ayunar como lo establece la Iglesia no significa solamente un cambio en nuestra dieta. Ayunamos por obediencia a la Iglesia, y esto nos mantiene en un vínculo de unidad con la Iglesia entera, que hace lo mismo en toda la heredad de Dios. Si no ayunamos, rompemos nuestra participación con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Es necesario ayunar en los períodos establecidos por la Iglesia. Pero ayunar (largamente) antes de comulgar, me parece que es un asunto relativo, que puede ser establecido con nuestro padre espiritual, para provecho de nuestra alma.

(Traducido de: Arhim. Zaharia Zaharou, Merinde pentru monahi, Editura Nicodim Caligraful, Sfânta Mănăstire Putna, 2012, p. 45)