Cómo juzgará el Señor nuestro paso por este mundo
Oremos así: “¡Apiádate de mí, Señor! ¡Señor, concédeme la humildad y la mansedumbre!”.
Dios juzgará, en lo que respecta a nuestro arrepentimiento, no con base en nuestros trabajos y sacrificios, sino según haya sido la medida de nuestra humildad. Ese día, Dios nos juzgará no en función de cuántos salmos hayamos leído, ni por haber dejado a un lado la oración o por haber orado sin perseverancia, ¡sino por no habernos arrepentido!
Realmente, grande es la alegría de los ángeles en el Cielo cuando un pecador se arrepiente. Oremos así: “¡Apiádate de mí, Señor! ¡Señor, concédeme la humildad y la mansedumbre!”. O así: “Con Tu sabiduría, Señor, ¡sálvame!” Y el Señor, por Su inmensa misericordia, se apiadará de nosotros y nos salvará con Su Gracia.
Cada día, a cada instante, pongámonos en movimiento, buscando la forma de enmendar nuestras faltas, y el Dios de la misericordia, del amor a la humanidad y de la piedad, nos tenderá Su mano para ayudarnos, tal como lo hiciera con Pedro cuando este se hundía entre las olas del mar.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 137-138)