Palabras de espiritualidad

Con Dios todo es mejor

    • Foto: Stefan Cojocariu

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Hasta las mismas tribulaciones de esta vida pasajera, cuando provienen de la voluntad de Dios, encierran grandes alegrías y nos ofrecen la gloria celestial. Basta, entonces, con soportarlas llenos de fe y esperanza en la Providencia Divina, que es toda bondad.

Nosotros no sufrimos porque sea necesario. El sufrimiento, en sí mismo, no es otra cosa que nuestro alejamiento de Dios. Con Él, hasta en el infierno estaríamos bien. Se sabe que, antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo, ningún justo pudo entrar al Paraíso. En consecuencia, los justos del Antiguo Testamento que murieron en la fe, fueron a dar al infierno, en donde esperaron su liberación. Sin embargo, ningún sufrimiento los afectó, porque estaban con Dios.

En el libro de Sabiduría encontramos estas palabras: “Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento los alcanzará. A los ojos de los necios parecía que habían muerto y su partida fue considerada como una desgracia; su salida de entre nosotros, un desastre; pero ellos están en paz (Sabiduría 3, 1-3). Sin Dios, hasta el Paraíso sería un lugar temible. Esta es la razón oculta de los tormentos: el alejamiento de Dios y Su decisión de apartarse de nosotros. Si el hombre está con Dios, es feliz y es capaz de decir, con el salmista: “¿A quién sino a Ti tengo yo en el Cielo? Si estoy contigo, no deseo nada en la tierra” (Salmos 72, 24). Dios es el manantial de todas las alegrías, y la fuente de todo tormento es el demonio. Por eso, hasta las mismas tribulaciones de esta vida pasajera, cuando provienen de la voluntad de Dios, encierran grandes alegrías y nos ofrecen la gloria celestial. Basta, entonces, con soportarlas llenos de fe y esperanza en la Providencia Divina, que es toda bondad.

(Traducido de: Arhimandritul Serafim AlexievRostul pătimirilor, Editura Sophia, București, 2009; pp. 17-18)