Conociendo mis propias pasiones y vicios
Es muy peligroso que el hombre no se examine a sí mismo y desconozca sus propias pasiones.
Padre Paisos, me atormentan mis propias pasiones.
—¿Has notado que hay pasiones en tu interior?
—A veces.
—Eso es bueno. Cuando el hombre reconoce que tiene pasiones, se humilla y entonces viene la Gracia de Dios.
—Padre, ¿cuando una pasión deja de manifestarse, es que ya no vive en mi interior?
—Si hay alguna pasión en tu interior, se manifestará en un momento dado. Por eso, si sabes que tienes una pasión interior, permanece atento a ella. Si, por ejemplo, sabes que afuera de tu celda hay una víbora, si sales afuera, caminarás atento a que no se te acerque y te muerda. No estás en peligro cuando sabes que el animal está allí afuera y sales para matarlo. Estás en peligro cuando no sabes que afuera hay un reptil y, caminando con descuido, podría acercarse a ti y atacarte. Lo que quiero decir es que es muy peligroso que el hombre no se examine a sí mismo y desconozca sus propias pasiones. Cuando el individuo conoce sus pasiones y lucha en contra de ellas, viene Cristo y le ayuda a disiparlas.
—¿Es posible que el hombre no tenga las fuerzas necesarias para conocer sus propias pasiones?
—Cuando el hombre es sensible, Dios no permite que conozca sus pasiones de un golpe. Porque el demonio tienta y arroja a la desesperanza al que es sensible. “¿Por qué tienes esta pasión?”, le dice. “¿Por qué hiciste esto y aquello? En fin, no te salvarás”. Y así, el individuo puede terminar en un hospital psiquiátrico...
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Ed. Evanghelismos, București, 2007, p. 22)