Aunque tu esposa peque en contra tuya, perdónaselo todo. Si te casaste con una mujer llena de malos hábitos, edúcala con bondad y dulzura. Si sufre de algún vicio, ayúdala a apartarlo, no la apartes a ella. Y si, luego de muchos intentos, ves que sigue igual y que no quiere cambiar para bien, no te alejes de ella, porque es parte de tu cuerpo, como está dicho: “los dos serán un solo cuerpo” (Génesis 2, 24). Aunque los vicios de tu mujer queden sin sanar, tu recompensa será grande, por aconsejarla y ser paciente con ella por Dios, soportando una mala esposa como si fuera tu mismo cuerpo.

(Traducido de: Cum să întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înțelepte pentru soț și soție de la sfinți și mari duhovnici, traducere de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, pp. 122-123)