Consejos para luchar contra los malos pensamientos
No es posible impedir que los malos pensamientos nos ataquen, pero sí nos podemos oponer a ellos.
Es muy peligroso “dejar que en nuestro corazón entren los (malos) pensamientos”, especialmente para los principiantes en la lucha espiritual, cuya mente “todavía no ha sido curtida en la guerra”. Por eso, solamente tenemos que “reconocerlos y desecharlos en el instante, cuando aparezcan para atacarnos”, como dice San Hesiquio el Sinaíta. El desprecio a los malos pensamientos es, entonces, un método muy enficiente en la lucha espiritual, especialmente para los principantes. Rechacemos los pensamientos, pero sin confrontarlos, y veremos cómo se debilita la fuerza de las pasiones que nos embisten. A aquel que “se humille ante Dios y soporte el yugo de la tribulación y la prueba con agradecimiento, el auxilio de Dios lo librará”. La oposición a los malos pensamientos que nos incitan a las pasiones es algo que se obtiene con mucho trabajo. «Un hermano fue a buscar al abbá Pimeno, y le dijo: “Padre, los malos pensamientos me atacan sin piedad y me hacen sufrir”. El anciano lo llevó afuera y le dijo: “Extiende tu brazo e intenta atrapar el viento”. El otro le respondió: “¡No puedo, padre!”. El anciano le dijo: “Si no puedes hacer esto con el viento, tampoco podrás hacerlo con los pensamientos. Sin embargo, otra cosa es oponerte a ellos”». Luego, no es posible impedir que los malos pensamientos nos ataquen, pero sí nos podemos oponer a ellos.
Oponernos a los malos pensamientos significa enfrentarlos con un desprecio total, por una parte, y no permitir que se pongan en acción, por otra. «El abbá Isaías le preguntó al anciano Pimeno sobre los pensamientos impuros. Y el anciano Pimeno le dijo: “Si olvidamos en un rincón una caja llena de ropa, con el paso del tiempo la tela de aquellos ropajes empezará a pudrirse. Lo mismo pasa con los pensamientos: si no los ponemos en acción con el cuerpo, con el tiempo se estropearán y se pudrirán”. También el anciano José preguntó lo mismo. Y el abbá Pimeno respondió: “Si encierras en un frasco una serpiente o un escorpión, de manera que no entre nada de aire, seguramente la alimaña morirá. Lo mismo es válido para los malos pensamientos, que son los retoños del maligno, y que pueden ser vencidos gracias a la paciencia”».
Hay otros padres del desierto que nos comparten su experiencia en la lucha espiritual: «Cuando el abbá Agatón veía algo y su mente deseaba juzgarlo, se decía a sí mismo: “¡Cuidado, Agatón, no lo hagas!”. Y así es como se tranquilizaba su mente».
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 268-270)