Palabras de espiritualidad

Consejos para quien busca orar sin cesar

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

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¡Este es el bendito fruto de tu dedicación! Esta esperanza ha sido la que desde siempre ha animado a los cristianos, para quienes alcanzar este don es una fuente de inagotable felicidad espiritual, de gozo y de paz en Dios.

¿Quieres saber cómo tendrías que orar? Bien, intenta hacerlo con más frecuencia y mayor fervor, y conseguirás aprender mejor. No necesitas de nada más. Si te esfuerzas con paciencia, verás que poco a poco alcanzarás la oración incesante. ¿Cómo aprendiste a escribir? Esforzándote en escribir, partiendo del deseo de escribir correctamente, según el modelo dado. Haz lo mismo con la oración y aprenderás. La oración no viene sola, hay que aprenderla.

Que este sea el propósito de toda tu búsqueda. Y pídele al Señor que te conceda la oración que anhelas. Pídeselo también a la Madre del Señor... San Macario el Grande dice: “Ora y esfuérzate en orar, que Dios, viendo cuánto deseas orar con devoción, te otorgará ese don”. Un stárets decía que durante dos años estuvo pidiéndole a la Madre del Señor que le concediera el don de la oración. “Una vez”, decía él, “después de terminar mis plegarias, al acercarme al ícono de la Virgen sentí como un fuego dulce que descendía a mi corazón... Desde entonces, siento que arde ahí dentro”. ¡He aquí el don de la oración! Búscalo tú también... A veces puede ocurrir que ese fuego descienda cuando tus pecados te son absueltos al confesarte, otras veces cuando comulgas.... ¡Sólo hay que buscarlo, a toda costa!

Confía en que el Señor, viendo tu afán y el entusiasmo con que tratas de practicarla, te otorgará, finalmente, el don de la oración. Y, fortaleciéndose en tu corazón, la oración empezará a brotar sola, como si fuera un manantial. ¡Este es el bendito fruto de tu dedicación! Esta esperanza ha sido la que desde siempre ha animado a los cristianos, para quienes alcanzar este don es una fuente de inagotable felicidad espiritual, de gozo y de paz en Dios.

Luego, este debe ser el principal de tus afanes. Así, esfuérzate sin desmayar, hasta que tu oración se vuelva incesante.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, Galaţi, p. 26-27)