Consentir a nuestro hijo es matarle el alma
Es necesario ser juiciosos y saber qué y cómo dárselo a nuestros hijos.
Las dificultades enfrentadas en familia —¡mejor entre privaciones que en opulencia!— son preferibles y aún más provechosas para el niño. ¡Ay de él si lo criamos entre riquezas, rodeado de sirvientes y caprichos! Mimar al niño con exageración es uno de los peores errores que los padres pueden cometer. Se dice que los monos, en determinados momentos de ternura con sus crías, las abrazan tan fuertemente que terminan sofocándolas. De la misma forma actúan los padres insensatos, quienes, consintiendo en demasía a sus hijos, les terminan matando espiritualmente.
El niño consentido carece de autocontrol. Crece siendo un egoísta, predispuesto a la ira y la irrtación. Decía Séneca que el sentimiento de ira aparece sólo en quienes fueron mal criados por parte de sus padres: esos a los que nunca se les negó nada, cuya madre corría rápidamente a secarles las lágrimas al cometer alguna tropelía, esos cuyos padres cumplían hasta el más ínfimo de sus caprichos. Esos niños serán adultos incapaces de perdonar.
Es necesario ser juiciosos y saber qué y cómo dárselo a nuestros hijos. Debemos analizar cada una de sus peticiones, aceptándolas o rechazándolas categóricamente.
(Traducido de: Nikolai Evgrafovici Pestov, Cum să ne creștem copii. Calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, pp.120-121)