Palabras de espiritualidad

Creando lazos fuertes con los demás, en el amor de Cristo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Es muy difícil encontrar a alguien que en verdad ame a su semejante en el nombre de Cristo y tal como es debido. Y es que la mayoría de personas entabla relaciones de amistad por motivos puramente mundanos. 

Actualmente, la mayoría de personas entabla amistad con otras por algún motivo específico. Uno ama porque es amado, otro porque recibe elogios, otro porque alguien lo ayudó con algún problema que tenía que resolver, etc. Sin embargo, es muy difícil encontrar a alguien que en verdad ame a su semejante en el nombre de Cristo y tal como es debido. Porque, como dije antes, la mayoría de personas entabla relaciones de amistad por motivos puramente mundanos (Homilía VI sobre el Evangelio según San Mateo).

Si examinamos con atención las cosas, veremos cómo muchas personas entablan vínculos sociales basados en la simple amistad, pero sin amor. Si alguien me diera la oportunidad de hacer un estudio, abarcando un gran número de personas, podría demostrar que la gran mayoría se unen entre sí, teniendo como excusa algún problema puramente terrenal. Esto también puede demostrarse con los motivos que producen enemistad. Y, debido a que lo que une a estas personas son cosas de poca importancia, el lazo entre ellas no es afectuoso y permanente, sino que, una vez surge algún malentendido, alguna ofensa, un problema de dinero, la envidia, la falsedad, etcétera, aquel lazo afectivo se rompe ¿Por qué? Porque no tiene una raíz espiritual. Si hubiera una raíz espiritual, ninguna cosa mundana sería capaz de destruir lo que es de naturaleza inmaterial.

Porque el amor que tiene como fundamento a Cristo es estable, inagotable y perenne, y no hay nada que pueda destruirlo. Ni las murmuraciones, ni las aflicciones, ni la muerte, ni nada parecido. Todavía más: quien ame de esta manera, aunque sufra las peores ofensas, no romperá su vínculo con el otro, porque el cimiento de sus relaciones es el amor. Porque quien ama por ser amado, cuando sufre alguna contrariedad, destruye ese amor. Por su parte, aquel que fundamenta su vínculo con su semejante en el amor de Cristo, jamás romperá eso que le une al otro. Esta es la razón por la cual el Santo Apóstol Pablo decía: “El amor nunca pasará” (I Corintios) (Homilia VI sobre el Evangelio según San Mateo).

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Texte alese, volumul I, traducere de Preot Ioan Andrei Târlescu, ediție îngrijită de Ieromonah Porfirie Nichita, Editura Bunavestire, Bacău, 2012, pp. 28-30)