Palabras de espiritualidad

Creer en la Trinidad para alcanzar la salvacion

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

El Misterio de la Trinidad sigue sin ser comprendido hasta el final, porque supera la fuerza de nuestro entendimiento y las facultades de nuestro ser creado. Y, sin embargo, aún sin poderlo entender y conocer, Él se nos revela incesantemente de forma “existencial”, por la fe.

La revelación del Dios Trino es una fuente inagotable de sabiduría, de gozo y de luz para cualquier creyente. Ella ilumina todas las manifestaciones de la vida humana, resuelve todas las dudas de la mente y del corazón y nos lleva a los espacios infinitos de la vida eterna. Pero, cuando nuestra mente se separa del corazón y de la fe, y aún así pretente abordar la revelación con las leyes de la propia razón, esta Revelación se le presenta como una sucesión de problemas por resolver.

No podemos representarnos un Ser personal que sea Existencia perfecta y eternamente actualizada.

Es imposible que entendamos cómo la Esencia, que es Realidad absoluta y objetiva, no precede y no dispone, de ninguna manera, la auto-determinación de las Personas en la Santísima Trinidad. No podemos concebir un Ser personal que sea —a la vez y de forma absoluta—, Uno y simple, y, al mismo tiempo, Trino, de manera que cada uno de los Tres sea un Sujeto absoluto que porta en Sí Mismo la entera plenitud del Ser divino, es decir, que sea Dios Único y perfecto, y en forma dinámica igual a la entera Trinidad.

Nuestra mente es incapaz de entender la existencia de semejante Ser, en el cual, siendo Trino, Aquel que origina no precede al Nacido ni al Otro al que envía, y en el cual el nacimiento y la procedencia no limitan en nada la libertad absoluta y la autodeterminación personal del Nacido y de Aquel que procede.

Nuestra mente no puede entender un Ser cuyo principio esencial Único, el Padre, no precede al Hijo, Quien nace, ni al Espíritu, Quien procede, y a Quienes no les es esencialmente superior; y esto, antes de poder hablar de Su conjunta eternidad y Su igualdad absoluta en dignidad. poder y divinidad, y de Su gloria, que también es una, como Su energía y Su voluntad. Luego, tenemos que el domga nos “detiene”, categóricamente, de pensar sobre cualquier estructura jerárquica o de subordinación en el seno de la Trinidad... “y en esta Santísima Trinidad, nada es primero o último”. (…)

Nosotros no podemos entender cómo empezó Aquel que no tiene principio: cómo Aquel que es No-Creado asume la forma de la existencia creada: cómo el Hijo Unigénito puede ser Dios perfecto y Hombre perfecto; cómo la Única hipóstasis de Aquel que se encarnó une, de forma estrecha pero distintiva, las dos naturalezas, las dos voluntades y las dos energías: la humana y la divina. (…)

Dios es amor y no puede ser conocido ni contemplado sino por medio del amor y en el amor; por eso, los mandamientos de Cristo que llevan al conocimiento y a la contemplación de Dios son mandamientos del amor. El Misterio de la Trinidad sigue sin ser comprendido hasta el final, porque supera la fuerza de nuestro entendimiento y las facultades de nuestro ser creado. Y, sin embargo, aún sin poderlo entender y conocer, Él se nos revela incesantemente de forma “existencial”, por la fe y por la vida que proviene de la fe, como un manantial infinito de vida eterna.

La fe, que penetra en las profundidades inaccesibles de la razón, nos llama al conociniento de los misterios divinos, no por medio del razonamiento, sino a través del cumplimiento de los mandamientos de Cristo. “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos,.y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. (Juan 8, 31-32).

(Traducido de: Arhim. Sofronie Saharov, Fericirea de a cunoaște calea, Editura Pelerinul, p. 13-14, 19 )