La Santa Confesión, cuando es practicada con frecuencia, con profunda contrición y cumpliendo con el canon de penitencia dispuesto por el padre confesor, nos otorga perdón y la absolución de todos nuestros pecados, desde el bautizo hasta la última confesión.

La Santa Confesión nos comparte la gracia del Espíritu Santo y nos reconcilia nuevamente con Cristo, a Quien constantemente enfadamos con nuestros pecados.

La Santa Confesión nos ofrece lágrimas, arrepentimiento, humildad y fuerza divina para comenzar a vivir espiritualmente.

La Santa Confesión nos hace dignos, por la enorme misericordia de Dios, de comulgar de la Santa Eucaristía, el mismísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

La Santa Confesión y la Comunión nos fortalecen en la fe, nos dan una esperanza plena en la salvación y nos hacen morada de la Santísima Trinidad. ¿Qué alegría más grande podría existir?

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Rânduiala Sfintei Spovedanii şi a Sfintei Împărtăşanii, Editura Mitropoliei Moldovei şi Bucovinei, Iaşi, 1993, p. 11)