Palabras de espiritualidad

Cuando asumo el dolor del otro, estoy demostrando la calidad del amor que hay en mí

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Mientras el amor es entrega y unidad en la felicidad, la misericordia es entrega y unidad en el sufrimiento. Por eso es que a la misericordia se le llama también “compasión”.

La misericordia, junto con el amor, es una condición que no puede faltar en una verdadera vida espiritual. Su presencia en el hombre es la señal de una belleza tan grande que no puede ser vista con los ojos del cuerpo. La misericordia en esta vida da testimonio de que en alguna parte hay otra vida, un mundo puro y luminoso.

La misericordia, para ser entendida, tiene que ser observada desde la perspectiva de su vínculo con el amor; es, ciertamente, un aspecto del amor y también una consecuencia suya. La misericordia nace del amor puro, con la aparición de un nuevo elemento: el sufrimientoLa misericordia se manifiesta en una atmósfera de dolor.

He dicho que el amor significa unión, una vida armoniosa en un mundo que se conquista, que se goza. Mientras el amor es entrega y unidad en la felicidad, la misericordia es entrega y unidad en el sufrimiento. Por eso es que a la misericordia se le llama también “compasión”.

¡Cuánta tristeza nos causa encontrarnos con un ser abandonado, con un ser que ya casi no puede cargar sobre sus endebles hombros el peso de la vida! Es una prueba muy dolorosa ver a tu hermano enfrentando el sufrimiento y comprobar cómo la oscuridad lo va carcomiendo poco a poco. Y sientes cómo lo oprime la responsabilidad del destino y de su naturaleza caída. Esto es algo que no podemos ver solamente desde afuera. No podemos, porque no es un estado que pudiera resultarnos ajeno. Por muy alto que nos encontremos en el orden de los valores morales, siempre seremos criaturas imperfectas, y, en consecuencia, susceptibles al sufrimiento. De esto se desprende el significado y la inclinación más profunda a sentir piedad por el otro. No podemos ser ajenos al sufrimiento de los demás, porque tenemos la misma naturaleza y el mismo destino. Hombre con hombre, hermanos de destino, tenemos que vivir asumiendo recíprocamente nuestro dolor. El dolor del otro es también el dolor de cada uno de los demás. Este es el punto más excelso del amor al hombre y a la criatura.

(Traducido de: Ernest BerneaÎndemn la simplitate, Editura Anastasia, 1995, pp. 92-93)