Cuando el alma nace de nuevo
El alma que ha conocido la dulzura del Espíritu Santo desea lo mismo para todos.
Toda nuestra lucha consiste en hacernos humildes. Nuestros enemigos, los demonios, cayeron (del Cielo) por orgullo, y quieren atraernos también a nosotros en su caída. Pero, lo que nosotros tenemos que hacer, hermanos, es volvernos humildes, porque así veremos la gloria del Señor ya desde esta vida [Mateo 16, 28; Marcos 9, 1], porque el Señor se muestra a los humildes por medio del Espíritu Santo.
El alma que ha gustado la dulzura del amor de Dios, ha nacido de nuevo y por completo, y es como si fuera una totalmente distinta: ama al Señor y se siente atraída con todas sus fuerzas hacia Él, día y noche, y hasta determinado momento permanece descansando en Dios, para después entristecerse por todos sus semejantes.
El Señor, que es Misericordioso, le da algnas veces al alma el descanso en Dios y otras veces un corazón que sufre por el mundo entero, para que todos se arrepientan y puedan llegar al Cielo. El alma que ha conocido la dulzura del Espíritu Santo desea lo mismo para todos, porque la dulzura del Señor no permite que el alma sea egoísta, razón por la cual le otorga el amor que brota desde el corazón. Así pues, amemos al Señor, Quien nos amó primero y sufrió por nosotros [I Juan 4,10].
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 208)