Cuando el mal se asienta en un alma desprevenida
El criminal y el pecador no dejan de ser, con todo, personas, aunque parezcan fieras heridas.
No todos los que cometen delitos son criminales o malhechores; son personas con problemas, pero que no luchan, no se confiesan, no oran, no se esfuerzan, y, aunque tengan un fondo espiritual bueno, se quedan así, en un estado como de “animalitos”, como se dice popularmente, y, de esta manera, el mal viene sobre ellos y los domina. Así es como se les ocurre cometer tropelía tras tropelía, pero después se llenan de remordimiento, cayendo en una tristeza profunda que los lleva a sentirse como si estuvieran en el mismo infierno.
Con esto no quiero justificar ningún delito, pero es que el criminal y el pecador no dejan de ser, con todo, personas, aunque parezcan fieras heridas.
(Traducido de: Părintele Porfirie, Antologie de sfaturi și îndrumări, traducere din limba greacă de prof. drd. Sorina Munteanu, Editura Bunavestire, Bacău, p. 221)