Palabras de espiritualidad

Cuando nuestro hermano necesitado intercede por nosotros

    • Foto: Crina Zamfirescu

      Foto: Crina Zamfirescu

Cuando ayudes a algún necesitado, dile: “¡Pídele al Señor por mí!”, o “por mis hijos”, o “por mis difuntos”.

Quien dé, que lo haga en el nombre de Cristo. Y el que reciba, que también lo haga en el nombre de Cristo, para que la bendición de Dios venga sobre las dos partes. La oración del pobre es escuchada siempre por Dios.

No hace mucho tiempo, un conocido mío me contó lo que le sucedió cuando fue llamado al tribunal para escuchar la sentencia que se iba a imponer. Un día antes, dos individuos se habían presentado ante el juez pidiendo declarar, bajo juramento, en contra suya. Al ser notificado, el pobre hombre, aun sabiéndose inocente, se preocupó sobremanera. Cuando iba de camino al tribunal, vio que había un inválido pidiendo limosna en la calle. Se le acercó, le dio algo de dinero, y le dijo: “Estoy en problemas, hermano… ¡Pídele al Señor por mí!”. “¡No temas, Dios te ayudará!”, respondió el mendigo. En el tribunal, aquellas dos personas que iban a declarar en su contra, reconocieron, casi con estremecimiento, que no podían hacerlo. Y nuestro hombre quedó libre de toda imputación.

También tú, cuando ayudes a algún necesitado, dile: “¡Pídele al Señor por mí!”, o “por mis hijos”, o “por mis difuntos”.

(Traducido de: Episcopul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 2, Editura Sophia, Bucureşti, 2003,  pp. 112-113)