¡Cuánta soberbia escondemos en nuestro interior!
Para orar se necesita tener una humildad decidida, una humildad perseverante, una humildad lo más grande posible.
Para orar se necesita tener una humildad decidida, una humildad perseverante, una humildad lo más grande posible.
Debemos acordarnos de quién habla y qué dice, especialmente cuando repetimos el Padre nuestro.
La humildad destruye todas las trampas del enemigo.
¡Ay de nosotros, cuánta soberbia escondemos en nuestro interior!
Decimos: “Sé muchas cosas. Sé bien lo que necesito y lo que no necesito. Sé lo que no es para mí y lo que me sobra. Sé también cuáles no son mis pecados.”
¡Cuántos pensamientos, no de acuerdo a lo que Dios quiere, sino según lo que nos dicta la mente!
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, În lumea rugăciunii, Editura Sophia, București, p. 50)