Nuestra caridad debe nacer del amor a nuestros semejantes, que necesitan no sólo de cosas materiales, sino también de nuestro auxilio espiritual. Así pues, démosles también nuestra ayuda espiritual. Cuando le damos ánimo y fuerzas a uno que ha perdido la esperanza para seguir luchando en su tribulación, también lo estamos librando del peligro de un desastre. Por eso digo que esta forma de compasión es una muy grande. Entonces, sea lo que sea que le ofrezcamos a nuestro semejante, que brote desde nuestro corazón y que no se trate de un simple acto formal. Si actuamos por amor, sepamos que la recompensa a nuestra piedad será centuplicada por Dios Mismo. Das algo y Dios te lo devuelve multiplicado por cien. Cualquier cosa que les demos a los pobres nos será multiplicada en el Cielo. Y, cuando nuestra alma parta de esta vida, recibirá la retribución por su misericordia.

(Traducido de: Părintele Efrem Antonitul, Despre credință și mântuire, Editura Bunavestire)