¡Cuánto anhelo estar contigo, Señor!
Tal inmensidad bien podría estremecerme o asustarme, si no supiera que Dios es el Soberano, que Jesucristo es el Señor del Cielo y la tierra, del tiempo y la eternidad.
La añoranza de la inmortalidad arde en el alma de cada persona. Cada joven, especialmente, desea realizar en su vida solo cosas grandes, cosas buenas, cosas que desafíen el paso del tiempo y se hagan con la eternidad.
Desdichada sería nuestra vida de ser pensante, que aspira, que razona, que ama, si la vida se redujera sólo a lo que nos da la tierra, si no nos esperara el cielo, lo infinito, lo ilimitado, la morada resplandeciente llena de luz, gloria y una belleza inefable.
Contemplo admirado lo inmenso de la eternidad, lo profundo de la vida eterna que se presenta ante mí. Tal inmensidad bien podría estremecerme o asustarme, si no supiera que Dios es el Soberano, que Jesucristo es el Señor del Cielo y la tierra, del tiempo y la eternidad.
(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseții lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, p. 135)