Un padre decía: 

—¡Hagámonos una fábrica de buenos pensamientos! Si a una fábrica de municiones le damos hierro, producirá municiones. Si proveemos de oro a una fábrica de cálices, producirá cálices de oro. Si la proveemos de hierro, producirá cálices de hierro. Luego, lo que ponemos en nuestra mente determina los pensamientos que tenemos.

(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, p. 184)