¡Cuánto espero la resurrección, Señor!
Hablar de Ti me falta, en el infierno en el que me encuentro nadie Te confiesa, y en mi alma perdida ha dejado de resonar el dulce y alegre sonido de Tus alabanzas.
Cristo, Tú que eres la felicidad de la humanidad, el consuelo de nuestra pobreza, el pilar de nuestra naturaleza caída y vacilante, la esperanza de quienes no tienen esperanza y Tu glorioso nombre es conocido en todos los pueblos, apiádate de mí y levántame, concédeme la resurrección en la muerte, despierta en mí la vida, libera mi alma de la prisión de la ignorancia, para que pueda confesar Tu Nombre. Insufla en mis miembros algo del aire de la vida nueva, ven a mi ser corrompido en el sepulcro, sácame de este lugar de sombras, haz que la aurora de Tu revelación venga a mí en medio del infierno del desconocimiento donde mi naturaleza racional prefirió callar. Despierta, Señor, una vez más su fuerza vital natrural, porque “el infierno no dará testimonio Tuyo y quienes descienden al sepulcro no alabarán Tu nombre”. No tengo palabras para decir más. Sea que “los vivos Te alaben”, como lo hago yo ahora.
Mis sentidos están embotados, mis movimientos callan, mis pensamientos están marchitos, toda la obra de mi naturaleza está desprovista de vida verdadera. Hablar de Ti me falta, en el infierno en el que me encuentro nadie Te confiesa, y en mi alma perdida ha dejado de resonar el dulce y alegre sonido de Tus alabanzas. Todos mis miembros ya muertos esperan los dolores del parto de la resurrección.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte către singuratici despre viața Duhului, taine dumnezeiești, pronie și judecată, Editura Deisis, Sibiu, 2003).