“Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. La hipocresía se caracteriza por querer hacer todo ante los ojos de los demás. Pero, atención, que hacer el bien ante otros no es todavía hipocresía, porque la mayoría de buenas acciones que estamos llamados a realizar son en beneficio de nuestros semejantes; luego, tenemos que llevarlas a cabo entre ellos y ante sus ojos. Aunque hacer el bien en secreto es mejor, a veces esto no es posible; en consecuencia, quienes hagan el bien ante los demás no tienen que ser amonestados en el acto por su deseo de ser vistos. Es posible que quieran hacer el bien sin ser hipócritas, pero los actos exteriores también son, inevitablemente, visibles.

La hipocresía aparece en el momento en que el hombre decide no hacer el bien, sino fingir que hace el bien. Es justo señalar que tampoco esto representa una maldad, porque puede tratarse de un pensamiento fugaz, de un único momento, de algo pasajero que es apartado inmediatamente. Sin embargo, cuando lo que hombre pretende es hacerse fama de generoso, se trata de una hipocresía que rápidamente echa raíces en lo profundo del corazón; y si a esto le sumamos el propósito oculto de obtener algún beneficio de semejante reputación, estamos ya ante la hipocresía en toda la fuerza de la palabra.

Así las cosas, que cada uno esté atento a lo que nos pide el Señor, cuando dice: “Guardaos de la levadura de los fariseos”. Hermano, haz el bien cuando tengas el deseo de hacer el bien, siendo consciente de que esta es la voluntad de Dios y para mayor gloria de Dios. Olvídate de lo que piensen los demás, y te estarás librando de la hipocresía y la falsedad.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, pp. 207-208)