¡Dale también algo a tu alma, no sólo al cuerpo!
Nunca podrías superar la magnanimidad de Dios, aunque dieras todo lo que tienes, incluso tu propia vida. Porque tu mismo sacrificio por Dios es una ganancia para ti. No importa lo que des, porque aún te quedarán muchísimas deudas.
Sigamos al Logos, sigamos la perfección celestial, librémonos de la herencia terrenal. De esta última guardemos sólo lo que es benéfico, salvando nuestra alma con la caridad. Démosles de lo nuestro a los pobres, para enriquecernos en las cosas eternas. ¡Pero dale también algo a tu alma, no sólo al cuerpo! ¡Renuncia a darle algo a tu cuerpo y dáselo a tu alma! ¡Recibe algo del fuego que arde lo terrenal y aléjate de la llama! ¡Quítale algo al tirano y confíaselo a Dios! ¡Dale un poco al que te ha dado tanto! ¡Dale todo a Aquel que te lo dio todo! Nunca podrías superar la magnanimidad de Dios, aunque dieras todo lo que tienes, incluso tu propia vida. Porque tu mismo sacrificio por Dios es una ganancia para ti. No importa lo que des, porque aún te quedarán muchísimas deudas. Y, además, no estarás dando nada tuyo, porque todo lo has recibido de parte de Dios.
Amados amigos y hermanos, no sean avaros con lo que han recibido, no se preocupen en acumular y almacenar, mientras hay muchos que mueren de hambre. Cumplamos con las más importantes Leyes, esas que vienen de Dios, Quien envía la lluvia sobre justos e injustos y hace que el sol salga para todos. Él hizo ancho el mundo para todos los animales terrestres, creó los manantiales, los ríos, los bosques, el aire para las aves y las aguas para los peces. A todas sus criaturas les ha dado con abundancia lo que necesitan para vivir, sin ponerles límites, sin dejarles alguna ley escrita, sin restringirlas.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 379-380)