Palabras de espiritualidad

De cómo la Madre de Dios atendió el clamor de una esposa virtuosa

  • Foto: Anda Pintilie

    Foto: Anda Pintilie

Ningún médico de todos los que fueron convocados pudo ayudar al emperador. En la semana “del queso” (antes de empezar la Cuaresma), los dolores se intensificaron tanto, que los médicos creyeron que se acercaba el momento de la muerte del monarca.

En el tiempo de su imperio, León VI “el Sabio” tuvo una esposa muy virtuosa, llamada Teofana, quien alcanzó la santidad por todas las buenas obras que realizó, como podemos ver en el Sinaxario del 16 de diciembre.

Poco antes de morir Santa Teofana, el emperador cayó gravemente enfermo, habiéndosele formado una piedra en sus órganos internos, afección que pronto puso en peligro la vida del gobernante. Ningún médico de todos los que fueron convocados pudo ayudar al emperador. En la semana “del queso” (antes de empezar la Cuaresma), los dolores se intensificaron tanto, que los médicos creyeron que se acercaba el momento postrero del emperador, y recomendaron empezar con los preparativos de los funerales.

Viendo que no había nadie que ayudara a su esposo, la beata emperatriz recurrió al Médico Celestial. Se encerró en su aposento imperial y, postrándose ante el Santo Ícono de la Madre de Dios, con fe y lágrimas fervientes le imploró que le devolviera la salud al emperador, al menos hasta que Constantino, el hijo de ambos, fuera mayor de edad, para que el imperio no corriera ningún riesgo. Orando así, la emperatriz escuchó una voz que le decía: “No te entristezcas, Teofana, porque hoy vendrá la planta que sanará a tu esposo”.

Al escuchar estas palabras, la santa se alegró muchísimo y corrió a la habitación del emperador, quien agonizaba ante el desconsuelo de los médicos que le rodeaban. Inmediatamente, Teofana les dijo que no desesperaran, porque pronto vendría otro médico a sanarlo y, después de unas horas, cuando todos creyeron que el emperador había muerto, vieron que una monja llamada Agata, quien se mantenía en la iglesia, entraba a la recámara imperial trayendo el ícono de la Santísima Madre de Dios de Kriopighi y un vaso con agua sanadora, y le decía a la emperatriz: “Hoy temprano, mientras adornaba la iglesia de la Santísima Madre de Dios, escuché una voz que me decía: ‘Agata, toma un poco de agua de mi manantial y llévaselo al emperador para que la beba. Con esto, no solo él sanará, sino también el dolor de mi amada hija Teofana, quien con lágrimas me ha implorado que la ayude’”. Así, la emperatriz Teofana le dio a beber el agua al enfermo y, ¡pronto auxilio!, este se levantó llenó de vigor, como si no hubiera tenido nada.

Este suceso asombró a todos, y el emperador ordenó que en todo el lugar se celebrara el milagro del que había sido objeto, para que quedara en la memoria de todos, y todos le agradecieran a la Santísima Madre de Aquel que de ella nació de forma inefable, y a Quien debemos toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

(Traducido de. Din minunile Maicii Domnului, Editura Doxologia, Iași, 2013)