De la ira, sus causas y sus consecuencias
¿Qué otra cosa es la ira, sino un estado de irracionalidad, morada de la destrucción, parte y naturaleza del demonio, la perdición misma, en abierta oposición a Dios, Quien es el amor perfecto?
“La ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1, 20). Esto dice el Apóstol Santiago sobre lo perniciosa que es la ira. Lo mismo nos dicen los profetas: “El iracundo no tiene buen aspecto” (Proverbios 11, 25) y “Mis ojos se han perturbado por la ira” (Salmos 6, 8). También nuestros Padres, inspirados por el Espíritu Santo, subrayan: “El iracundo, aunque resucite, no será bien recibido”. Si el Creador y Soberano del universo es manso y humilde, imaginémonos el colmo de la perversión y la desfiguración: ¡la molécula de la creación, el hombre, haciéndose vaso de la ira!
¿Qué otra cosa es la ira, sino un estado de irracionalidad, morada de la destrucción, parte y naturaleza del demonio, la perdición misma, en abierta oposición a Dios, Quien es el amor perfecto? Las causas de la pasión de la ira son distintas, pero emparentadas entre sí e interdependientes, ya que lo que las une es el egoísmo, el interés y, en general, el amor a uno mismo. ¡En donde domina el destructor individualismo no falta tampoco su sombra, que es la ira!! El absoluto amor a uno mismo se divide en dos: una parte material (carnal) y otra, que es espiritual. Y esto es lo que enardece ambas clases de pasiones, carnales y espirituales.
¿Por qué surge la ira? Porque encuentra bloqueado el camino del soberbio amor a uno mismo. En los que sufren por causa de las pasiones carnales, en quienes son esclavos de los apetitos irracionales y los placeres, la ira es activada por el temor a perder la satisfacción de estos. Lo mismo ocurre con los que se hallan sometidos a las pasiones espirituales, como el amor a la honra terrenal, al egoísmo, al orgullo, a los elogios, a las promociones, a los encomios, etc. Todos estos aspectos son herramientas de la ira, misma que nos aleja del amor perfecto y de la vida, que es Dios, y nos preparan un lugar en el infierno, que es la casa del maligno.
¿Cómo librarnos de la ira? Nuestro Señor mismo nos lo enseña, porque Él es la Resurrección y la Vida: “Soportándoos unos a otros por amor” (Efesios 4, 2), “Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás” (I Corintios 10, 24), “A todo el que te pida, dale, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames” (Lucas 6, 30), “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mateo 5, 44), “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos” (Mateo 7,12), “Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis” (Romanos 12,14).
(Traducido de: Gheronda Iosif Vatopedinul, Dialoguri la Athos, Editura Doxologia, Iași, 2012, p. 41-43)