De la lucha contra el orgullo, la humildad, y la invocación de la Santísima Trinidad al hacernos la Señal de la Cruz
Cuando el Señor estaba clavado en la Cruz, quien se lamentaba era el maligno. Por eso es que la Cruz es tan importante en contra de los espíritus impuros.
¿Cómo luchar contra el orgullo?
—La única forma posible es con la humildad. Es decir, si alguien te abofetea, por humildad, tú le ofreces la otra mejilla. Bueno, esto no es algo fácil de hacer, pero tampoco imposible. No es una utopía, porque nada de lo que nos pidió Cristo es imposible de realizar. Luego, todos podemos lograrlo. Con esto, no habrá vencido quien nos hizo el mal, sino nosotros, quienes lo aceptamos sin disgusto. En esto consiste sufrir por Cristo. Esa era precisamente nuestra alegría en el dolor de la prisión, porque tuvimos la oportunidad de sufrir por Cristo. Nosotros, quienes fuimos sometidos a todos esos tormentos, no fuimos los vencidos, sino aquellos que nos los infligían.
Si comparamos todas las religiones que han existido en el mundo, ¿cuál era su concepto de “salvación”? Todas buscaban librar al hombre del sufrimento. Pero Cristo dice: “¡No! ¡Solamente por medio del sufrimiento os podréis librar del sufrimiento mismo!”. Y es que el Señor realizó un sinfín de cosas prodigiosas. Midamos un ángulo de 90 grados. También resucitó muertos y otras cosas semejantes. Hagamos ahora un ángulo de 180 grados. Pero no salvó al mundo con esto.
La misión del Señor fue precisamente salvar al mundo por medio del sufrimiento. Se crucificó por nosotros, y solo entonces el ángulo llegó a los 360 grados, perfeccionándose. Es decir que entonces venció al demonio. Cuando el Señor estaba clavado en la Cruz, quien se lamentaba era el maligno. Por eso es que la Cruz es tan importante en contra de los espíritus impuros, porque decimos: “En el nombre del Padre (Quien es toda la altitud), del Hijo (toda la profundidad) y del Espíritu Santo (toda la anchura)”. Es decir que evocamos a la Santísima Trinidad completa. ¡Y se ha comprobado que el demonio huye de la Cruz!
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 67-68)