De por qué tenemos que estar siempre preparados para nuestra partida
¿Cuántos de nosotros no conocemos una historia como esta? Lo más doloroso no es que la muerte venga sin anunciar, sino que nos sorprenda sin estar preparados para este paso tan determinante.
A veces sucede que, cerca de nosotros, conozcamos a alguien que tiene de todo —materialmente hablando—, alguien a quien todos respetan y elogian como si fuera un árbol frondoso y lleno de frutos. Las ramas de su linaje se extienden a lo ancho y a lo largo, en un sinfín de pequeños tallos. Es joven y vigoroso, y todos a su alrededor le desean que viva muchos años más.
Pero, justo cuando parece que no hay nada que haga sombra a su felicidad, inesperadamente, resuena para él aquel terrible llamado: “¡Derribad el árbol!”. Y el mandato es ejecutado, haciendo que aquel hombre muera repentinamente, consumido por un cáncer fulminante o por una dolencia del corazón, víctima de algún accidente o de cualquier otra fatalidad igual de imprevista. La noticia empieza a esparcirse, y nadie puede creer cómo aquel hombre que parecía tan lleno de vida apenas hace unos días, hoy yace exánime para siempre.
¿Cuántos de nosotros no conocemos una historia como esta? Lo más doloroso no es que la muerte venga sin anunciar, sino que nos sorprenda sin estar preparados para este paso tan determinante.
(Traducido de: Arhimandritul Sofian Boghiu, Smerenia și dragostea, însușirile trăirii ortodoxe, Ediția a II-a revizuită si adăugită, Editura Fundația Tradiția Românească, București, 2002, pp. 23-24)