Palabras de espiritualidad

De una niña que se hizo mártir a los doce años

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Con las oraciones de Santa Filotea, Dios enviaba la lluvia sobre la árida tierra y fortalecía la fe y la esperanza en los corazones de los fieles.

La Santa Mártir Filotea de Curtea de Argeş (siglos XII-XIII)

Esta santa virgen, sierva amada de Cristo, de procedencia rumano-búlgara, nació a comienzos del siglo XIII (c. 1206), en la ciudad de Tárnovo, antigua capital de Bulgaria. Su padre era agricultor, y su mamá, de origen valaco, se ocupaba con las cosas del hogar.

Después de darle a su hija una correcta educación cristiana y atarle el corazón al amor de Cristo, aquella piadosa mamá murió, legando a su esposo el cuidado de la pequeña. Años más tarde, dicho hombre volvió a casarse, encomendándole a su nueva esposa la crianza de Filotea. Pero, como suele suceder, la pobre niña sufría mucho con la nueva situación de su hogar, siendo reprendida y castigada continuamente por su padre, por no obedecerle, por asistir mucho a la iglesia y por “malgastar” los bienes familiares con su generosidad para con los niños huérfamos y los pobres que encontraba en su camino. Y todo esto enfadaba enormemente a su padre.

Con todo, la casta Filotea no se perturbaba y tampoco su corazón sufría por causa de las tentaciones que el maligno le mandaba por medio de su madrastra, para apartarla de sus buenas acciones y de todo aquello que había aprendido de su difunta madre. Al contrario, mientras más crecía, más sentía el llamado a acercarse a la iglesia, a orar y ayunar, y a ayudar a los demás. Porque tres eran las virtudes que la coronaban: la oración, la castidad y la caridad.

Cuando apenas tenía 12 años, Dios quiso hacerla digna de la corona del martirio y del gozo del Reino de los Cielos. Era otoño y su papá tenía mucho trabajo en el campo. Así, Filotea era enviada cada día a llevarle la comida. Pero la beata niña se había acostumbrado a repartir el almuerzo de su padre a los niños pobres que salían a su paso. Viendo aquel hombre que la comida no le alcanzaba, regañó severamente a su nueva esposa, pero esta le respondió:

¡Pregúntale a tu hija qué hace con la comida, porque yo te mando suficientes viandas cada día!

Enfadado, el hombre empezó a urdir la forma de seguir y sorprender a la pequeña, para ver qué era lo que hacía con la comida. Entonces, un mediodía cualquiera, escondido entre unos matorrales, vio a Filotea rodeada de niños y entregándole a cada uno un trocito de comida. Encendido de cólera y a instancias del demonio, el hombre tomó su hacha y golpeó violentamente a la niña en la pierna, provocándole una profunda herida que, en cosa de minutos, hizo que la pequeña Filotea entregara su alma en manos de Su Dulcísimo Novio, Jesucristo. Así, su propio padre se convirtió en su verdugo y asesino, como dice el Evangelio: “El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo” (Mateo 10, 21).

Lleno de temor y remordimiento, el hombre intentó levantar el santo cuerpo de la niña, pero no pudo, porque, volviéndose milagroso, el cuerpo de Filotea se había hecho pesado como una roca. Entonces, el infeliz padre corrió a buscar al arzobispo del lugar y, confesándole su pecado, le relato todo lo ocurrido. El jerarca reunió a un grupo de personas y fueron al lugar donde se hallaba el cuerpo de la santa, portando cirios encendidos e incienso, con la intención de trasladarlo a la catedral. Pero, por disposiciones divinas, el cuerpo de Santa Filotea no pudo ser movido de aquel sitio.

Viendo que no era la voluntad de Santa Filotea permanecer en su patria, el arzobispo y los demás sacerdotes que le acompañaban empezaron a elevar oraciones a Dios y a la nueva mártir, mencionando numerosos monasterios, iglesias y catedrales del norte y sur del Danubio, para saber en dónde deseaba la santa que descansaran sus reliquias. Pero el cuerpo seguía siendo pesadísimo. Finalmente, mencionaron el Monasterio de Curtea de Argeş y, por milagro divino, las reliquias de la pequeña santa volvieron a hacerse ligeras, de manera que fue posible ponerlas en un ataúd para ser veneradas.

Entendiendo que la Santa Mártir Filotea deseaba ser llevada a tierras rumanas, el arzobispo le escribió al voivoda Radu Negru para que recibiera este santo e inapreciable don, para la proteción y consuelo del pueblo ortodoxo rumano. Así, los clérigos de Tárnovo acompañaron en procesión las reliquias hasta el Danubio, en donde fueron recibidas por sacerdotes, monjes y fieles rumanos, encabezados por las autoridades del país, quienes las llevaron al Monasterio de Curtea de Argeş, colocándolas en la iglesia.

Así fue como las reliquias de la Santa Mártir Filotea llegaron a nuestro país, en donde son veneradas con gran respeto y devoción, especialmente en los distritos de Argeş, Damboviţa y Prahova, La Santa Mártir Filotea es venerada con peregrinaciones y oraciones por los enfermos, muchos de los cuales sanan milagrosamente con la mediación de la santa. Pero la peregrinación más grande se hace el 7 de diciembre, día de su fiesta patronal. Entonces vienen fieles de todo el mundo y participan de los oficios litúrgicos que se realizan en el monasterio mencionado.

No hace mucho, en verano se hacían distintas procesiones con las reliquias de la santa, cuando había sequía, y Dios enviaba Su lluvia y ayuda inmediatamente. La procesión se organizaba de esta manera: los sacerdotes y los mismos fieles enviaban una delegación al Monasterio de Curtea de Argeş, para pedir que las reliquias de la santa fueran llevadas a su localidad. Después de recibir la bendición del obispo y el stárets del monasterio, se organizaba el itinerario de la procesión y el camino a seguir. Hecho esto, se arreglaba un vehículo especial para transportar el cofre con las reliquias y otro para llevar a las delegaciones de monjes. Hasta hace pocos años, las reliquias eran transportadas en un carruaje tirados por caballos blancos.

Los fieles, vestidos con el atuendo tradicional del lugar y acompañando al sacerdote —quien portaba en sus manos el Santo Evangelio—, esperaban la llegada de las santas reliquias a la entrada del pueblo, llevando ramos de flores, racimos de albahaca y cirios encendidos. Desde ese punto y bajo el sonido de las campanas, la procesión se dirigía a la iglesia situada en el centro de la localidad. Al frente de la procesión iban los ancianos, portando cruces, estandartes, farolas y la bandera tricolor. Después se oficiaba la Liturgia y se cantaba el acatisto a la Santa Mártir Filotea; al finalizar, todos los lugareños, sin excepción, los ancianos, las viudas, los enfermos, las mamás y los niños, pasaban a besar y venerar las reliquias. Más tarde, la procesión continuaba por los campos y sembradíos, deteniéndose continuamente para elevar fervientes oraciones pidiendo la bendición de la lluvia, mientras los fieles se arrodillaban. Al terminar estas peticiones, las reliquias eran llevadas a las aldeas vecinas. Con las oraciones de Santa Filotea, Dios enviaba la lluvia sobre la árida tierra y fortalecía la fe y la esperanza en los corazones de los fieles.

La Santa Mártir Filotea es recordada cada 7 de diciembre.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 68-71)